jueves, 6 de septiembre de 2007

El secreto de los oseznos


Shhh
Dijo mientras un osezno de gelatina moría debajo de la suela de un transeúnte.
Miles de oseznos de varios colores caminaban baldosas enteras para llegar al lugar.

Shhh
Dijo pensando en que tal vez no pasaría lo que debía pasar.
Shhh
Y pasó.

Shhh
No lo repitió más.
Con una sola vez logró vaciar el silencio y dejarla con los ojos debajo de un camión.

Shhh
Fue lo último que nadie debía saber.
Fue lo último que quiso que supiera que jamás nadie sabría.

Shhh
Y el osezno de gelatina intentaba despegarse del pavimento,
ella intentaba despegar sus ojos de las ruedas del camión y él…
Él solo pensaba en que no había sido una buena idea no callar.
Por su bien,
por el bien de ella y
por el bien de los miles de oseznos de gelatina.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Obsesiones de una puerta cerrada.

No puede dejar de pensar lo no pensado,
de recordar lo no vivido,
de no entender lo anesteciado.

No puede dejar de reirse de las palomas,
de llorar el otoño,
de corregir su pelo.

No puede dejar de roer los bordes,
de privar de libertad a la música,
de sentirse extraña en los no-finales.

No puede dejar de morder su cola.
No puede dejar de enfrentarse a la oscuridad.

No puede dejarlo.

Ella cerró la puerta. Él se sacó la remera.
Ella cerró la ventana. Él se sacó las medias.
Las cortinas y las persianas,
y su piel y las sábanas se hicieron amigas.
Ella sonrió (Le gusta jugar)
Él la miró (Le gusta jugar)

No puede dejar de querer arrancarle la piel y usarla de frazada.